¿PROBLEMA DE INDISCIPLINA?

Vivimos en una sociedad hedonista donde se presupone que vivimos por y para el placer. Se asocia el esfuerzo al sufrimiento y es por esto que los padres dan absolutamente todo a sus hijos/as sin exigirles/pedirles nada a cambio. No ponen límites, ni normas. No educan.

A consecuencia de esto, las niñas/os no desarrollan tolerancia a la frustración (no están acostumbrados a que les digan que no) y se les hace muy complicado salir al “mundo real” y encontrarse con que tienen unos límites y normas que deben cumplir.

El primer contacto con esta realidad es la escuela que trata de fomentar valores como el esfuerzo y la disciplina (entendida esta como el conjunto de normas para mantener el orden). La escuela, en general, y los profesores/as en particular lo tienen muy complicado hoy en día. Cada vez se valora menos su trabajo, pero paradójicamente los padres delegan por completo la educación de sus hijos/as en ellos. Se les exige que sean educadores, amigas, psicólogos y en muchas ocasiones incluso padres y madres de sus alumnos teniéndolo todo en contra. Los valores que tratan de fomentar no concuerdan para nada con los valores a los que los niños/as están expuestos después en casa, ni tampoco con lo que los medios de comunicación (que sirve cada vez más como contexto educativo informal) fomentan, por ejemplo, la idea del éxito sin esfuerzo. No podemos esperar que con esta discordancia de valores las niñas/os aprendan a comportarse. Es por este motivo que los padres y madres deben implicarse más en la educación de sus hijos/as, interaccionar con la escuela y VALORAR más lo que las profesoras y profesores hacen por sus hijos. Los padres y profesores deben ser “amigos” y no “enemigos”.

Tener un hijo conlleva tiempo, educar conlleva tiempo. No podemos pasarnos meses pensando en el nombre que llevará nuestro hijo, pero ni siquiera mencionar como lo vamos a educar. Ser permisivos es más sencillo, pero también menos eficaz.